Viticultura sostenible: ¿perciben los agricultores lo mismo que revelan los suelos?

Un estudio en viñedos madrileños ha analizado la diferencia entre la percepción que tienen los agricultores de la sostenibilidad de sus terrenos y los indicadores reales del suelo. Pese a que los productores declaran tener conciencia ambiental, los resultados revelan desequilibrios nutricionales y una baja adopción de prácticas sostenibles. La investigación destaca la necesidad de formación y análisis técnico para alinear las prácticas con objetivos sostenibles.

La sostenibilidad es hoy una palabra omnipresente. Desde la energía hasta la alimentación, todos los sectores enfrentamos el reto de reducir nuestra huella ambiental. Pero ¿cómo se ve esta sostenibilidad desde el terreno, desde donde brotan nuestras uvas y, más tarde, nuestro vino? ¿Coincide lo que creemos estar haciendo con lo que la tierra realmente nos revela?

En una investigación reciente que llevamos a cabo en la comarca vitivinícola de la Sierra Oeste de Madrid, me propuse junto a mi equipo responder una pregunta clave: ¿existe un desfase entre lo que los agricultores piensan sobre la sostenibilidad de sus prácticas y lo que se puede medir objetivamente en el suelo de sus viñedos?

Un estudio en el corazón del vino madrileño

La zona en la que trabajamos forma parte de la Denominación de Origen Protegida “Vinos de Madrid”, especialmente conocida por sus variedades Garnacha Tinta y Albillo Real. Este rincón vitivinícola combina tradición y compromiso ambiental en un contexto climático complejo y cambiante. No obstante, observamos que la percepción subjetiva de sostenibilidad no siempre se traduce en buenas prácticas o en suelos sanos.

Para explorar esta realidad, en nuestro estudio aplicamos una doble metodología: por un lado, analizamos científicamente los suelos de 34 parcelas de viñedo; por otro, encuestamos a 31 viticultores sobre sus prácticas agrícolas, su formación, su conciencia ambiental y su percepción sobre el estado del suelo.

Suelos que hablan

La química del suelo nos cuenta muchas cosas. En nuestro análisis, estudiamos parámetros como el pH, los niveles de nitrógeno, fósforo y potasio —nutrientes esenciales para las plantas— y la presencia de metales pesados como plomo, cadmio y níquel. Los resultados fueron claros: las parcelas que utilizaban fertilizantes minerales mostraban concentraciones significativamente más altas de nutrientes.

Hasta aquí, nada sorprendente. Pero lo que llamó nuestra atención fue que la presencia de metales pesados se mantenía, en general, dentro de límites seguros y apenas variaba entre quienes aplicaban químicos y quienes no.

Este dato pone en perspectiva uno de los grandes temores asociados a la agricultura intensiva: la contaminación por metales pesados. Aunque no podemos descartar su acumulación a largo plazo, los datos actuales indican que los fertilizantes, al menos en las dosis empleadas por estos viticultores, no están generando un problema inmediato.

La otra cara: lo que opinan los agricultores

Mientras los suelos eran analizados en el laboratorio, las encuestas revelaban un panorama más humano, aunque también más contradictorio. Por ejemplo, más de la mitad de los encuestados reconocieron usar fertilizantes químicos, pero dos tercios no realizan análisis de suelo. Esto es como medicar sin diagnosticar: una práctica que puede llevar al desequilibrio nutricional y al deterioro del suelo.

En cuanto al uso de pesticidas, la mayoría nos dijo que los aplicaban rara vez o nunca. Y, en general, los niveles de metales pesados lo confirman. No obstante, la quema de restos de poda es aún práctica común: dos de cada tres agricultores la realizan, a pesar de sus efectos contaminantes y del desaprovechamiento del material orgánico.

Agua, vida y eficiencia

En un contexto como el mediterráneo, el agua es oro. Sin embargo, solo el 11,5 % de los viticultores dijeron utilizar riego en sus parcelas. Eso sí, casi todos los que lo hacen usan sistemas eficientes como el riego por goteo, lo que ayuda a conservar el recurso y a mantener una humedad adecuada en el suelo. En estas parcelas detectamos mayores niveles de retención de agua, un beneficio directo para el desarrollo de la vid y la resiliencia frente a la sequía.

Agricultura de conservación: mucho por andar

Uno de los indicadores más claros de suelo sano es la materia orgánica. En este aspecto, las parcelas manejadas con técnicas de agricultura de conservación —como la cobertura vegetal o el mulching— mostraron una ventaja clara: contaban con casi el doble de materia orgánica respecto a los suelos sin estas prácticas. Sin embargo, solo el 29,6 % de los agricultores encuestados las aplicaban. Aquí aparece uno de los principales “gaps” de nuestro estudio: aunque la mayoría de los agricultores afirman estar comprometidos con la sostenibilidad y la reducción de la huella ecológica, las prácticas que realmente favorecen el equilibrio del suelo no están todavía generalizadas.

El papel crucial de la formación

Uno de los resultados más llamativos fue que el 81,5 % de los agricultores no había recibido formación sobre prácticas agrícolas sostenibles en los últimos dos años. Esto explica, en parte, la baja adopción de técnicas como el análisis de suelos, el uso de abonos orgánicos o la gestión avanzada de residuos. Y sin embargo, detectamos disposición: más de tres cuartas partes de los agricultores desean recibir más información para reducir su impacto ambiental. La clave está en ofrecer formación práctica, accesible y conectada con la realidad del viticultor medio.

Cooperativas, certificaciones y sostenibilidad

También observamos que dos de cada tres agricultores participan en cooperativas o asociaciones que promueven la sostenibilidad, aunque solo el 7,4 % dispone de algún tipo de certificación ambiental u orgánica. Esta paradoja entre voluntad y certificación refleja una oportunidad para fortalecer sistemas de evaluación más inclusivos y adaptados al territorio.

Más allá del análisis: la sostenibilidad como cultura agrícola

La sostenibilidad no es solo un conjunto de prácticas y técnicas, sino una forma de entender nuestra relación con la tierra. En este sentido, detectamos una cultura ambiental latente entre los viticultores de la Sierra Oeste de Madrid, aunque con grandes márgenes de mejora. Muchos agricultores valoran el medio ambiente y desean reducir su impacto ambiental, pero carecen de herramientas, conocimientos o incentivos suficientes para avanzar hacia una gestión más sostenible. Esta desconexión entre valores y prácticas también se refleja en el uso de combustibles fósiles: un 41,7 % de los agricultores consume más de 500 litros al año en las labores del campo, frente a un 33,3 % que utiliza menos de 100 litros.

El reto de los residuos agrícolas

A pesar de que un tercio de los agricultores reutiliza los restos de poda como fertilizante, dos tercios aún los queman en el campo, una práctica que libera emisiones contaminantes y desaprovecha nutrientes valiosos. Además, tres de cada cuatro agricultores no cuentan con un plan de gestión de residuos agrícolas. En cambio, valoramos positivamente que el 69,6 % de los viticultores reutilicen materiales como envases de pesticidas o equipos de riego, lo que refleja una sensibilidad creciente hacia la reutilización y el reciclaje.

Una oportunidad para la acción

Los datos recopilados en este estudio nos permiten vislumbrar caminos concretos para avanzar: promover la formación técnica periódica en análisis de suelos, agricultura regenerativa, gestión del agua y residuos; fomentar el uso de fertilizantes orgánicos y cubiertas vegetales mediante incentivos; divulgar prácticas de bajo impacto conectadas con la identidad territorial del vino; implementar sistemas de certificación participativos; y, por último, impulsar estudios longitudinales para evaluar impactos a largo plazo.

La voz del suelo como aliada

El suelo tiene memoria. Al analizar su composición química y física, obtenemos una fotografía de las decisiones tomadas en el pasado y sus efectos acumulativos. Pero también nos permite anticipar riesgos —como el agotamiento de nutrientes o la pérdida de materia orgánica— y corregir rumbos antes de que sea tarde.

Reflexión final: sostenibilidad en clave local
Este trabajo no pretende dictar recetas universales. Al contrario, buscamos abrir una conversación situada sobre qué significa realmente ser sostenible desde el terreno. Pretendemos que este estudio sirva como punto de partida para políticas agrícolas más ajustadas a la realidad, para programas de formación más eficaces, y para una ciudadanía que valore el vino no solo por su sabor, sino por la salud de los suelos donde nace.

Referencia

Santiago, J.L.; Iglesias-Merchán, C.; Navarro, R.C.; Gómez-Villarino, M.T. Bridging the Gap: Evaluating Farmers’ Sustainability Perceptions, Their Agricultural Practices, and Measured Soil Indicators Towards Promoting a Sustainable Viticulture. Environments 2025, 12, 155. https://doi.org/10.3390/environments12050155 Copyright: © 2025 by the authors. Licensee MDPI, Basel, Switzerland. This article is an open access article distributed under the terms and conditions of the Creative Commons Attribution (CC BY) license (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/).


Autores del artículo divulgativo:

Jesús López Santiago y María Teresa Gómez-Villarino
Departamento de Ingeniería Agroforestal
ETSIAAB
Universidad Politécnica de Madrid

Fuente: Scientias

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