Una revisión reciente de diferentes estudios científicos ha comparado las concentraciones de contaminantes abióticos, los de naturaleza no biológica, en pescado salvaje y de acuicultura. Los peces salvajes presentaron mayores niveles de algunos metales y metaloides, como el mercurio y el arsénico, así como del pesticida DDT. No obstante, la mayoría de los contaminantes estaban dentro de los límites máximos establecidos como seguros para la población general. Los resultados muestran que el pescado, tanto salvaje como de acuicultura, es un alimento saludable y recomendable dentro de una dieta equilibrada.
El pescado es uno de los alimentos más apreciados en nuestra dieta, fuente de proteínas de alta calidad, ácidos grasos omega-3 y minerales esenciales. Sin embargo, también puede contener sustancias contaminantes que provienen del medio ambiente o de la actividad humana.
Diferencias en la presencia de contaminantes entre el pescado salvaje y el de acuicultura
En un estudio reciente hemos revisado la literatura científica disponible para conocer si existen estudios suficientes para poder determinar si existen diferencias en la presencia de contaminantes entre el pescado salvaje y el de acuicultura. El análisis incluyó 31 estudios de los últimos 20 años que hicieron dicha comparación evaluando los niveles de metales pesados y de metaloides (como el mercurio, el cadmio, el plomo y el arsénico), así como de contaminantes orgánicos persistentes (como el pesticida DDT, los bifenilos policlorados o PCBs —compuestos sintéticos prohibidos desde hace décadas— y los hidrocarburos aromáticos policíclicos o HAPs, producto de la combustión).
De forma general, los pescados salvajes analizados presentaron concentraciones más altas de algunas de las sustancias no deseadas respecto a los procedentes de la acuicultura. Por ejemplo, los niveles medios de mercurio y arsénico fueron mayores en especies capturadas en mar abierto que en las criadas en entornos controlados. Algo parecido ocurrió con el pesticida DDT y con ciertos HAPs, que se acumulan en los ecosistemas contaminados.
El consumo es seguro para la población general
Es importante resaltar que los resultados de esta revisión deben interpretarse con cautela. Las diferencias observadas no dependen únicamente de si el pescado es salvaje o de acuicultura. También influyen factores como la especie, la edad, el tamaño, la alimentación y la zona geográfica. En algunos casos, estas variables pueden tener más peso que el propio sistema de producción. En los estudios recopilados, los niveles de estos compuestos se situaron por debajo de los límites máximos permitidos establecidos por la EU y los recomendados por la FAO/OMS. Es decir, en condiciones normales, el consumo de pescado tanto salvaje como de acuicultura es seguro para la población general.
Donde sí conviene prestar atención es en los grupos vulnerables, como las mujeres embarazadas, los lactantes y la población infantil. Para ellos, la exposición a ciertas sustancias como ciertos metales pesados —especialmente al metilmercurio presente en peces de gran tamaño como el atún— puede tener consecuencias negativas sobre el desarrollo neurológico. Por eso, para estos grupos las recomendaciones sanitarias insisten en priorizar el consumo de especies más pequeñas, como sardinas, que aportan omega-3 con mucho menor riesgo de acumulación de dichos contaminantes.
En definitiva, el pescado, tanto salvaje como de acuicultura, sigue siendo un alimento saludable y recomendable dentro de una dieta equilibrada. Aunque existen diferencias en la concentración de contaminantes, la mayoría se encontraron dentro de los límites máximos establecidos o recomendados por organismos oficiales.
Cabe destacar la necesidad de seguir investigando y mejorando los sistemas de producción para reducir al mínimo la presencia de compuestos no deseados y garantizar tanto la seguridad alimentaria como la inocuidad a largo plazo. Mientras tanto, los consumidores podemos tomar decisiones informadas: variar las especies que consumimos, elegir la procedencia y el sistema de producción, elegir el tamaño del pescado y seguir las recomendaciones oficiales según cada etapa de la vida.
El debate entre pescado salvaje y de acuicultura no debería plantearse como una confrontación, sino como una oportunidad para comprender mejor qué comemos y cómo asegurar que este alimento tan valioso siga siendo sinónimo de salud en nuestras mesas.
Productos alimentarios diseñados para la población vulnerable
De cara a futuros estudios, sería apropiado investigar la producción de alimentos a base de pescado con bajo contenido de contaminantes, aplicando estrategias de selección de la especie de pescado, y de su tipo y zona de producción. Esto podría incluir productos diseñados específicamente para poblaciones vulnerables (ancianos, embarazadas y niños), como alimentos infantiles y caldos de pescado, alcanzando un balance entre la reducción de riesgos y el mantenimiento de los beneficios nutricionales.
Agradecimientos:
This study forms part of the ThinkInAzul programme and was supported by MCIN with funding from European Union NextGenerationEU (PRTR-C17. I1) and by GeneralitatValenciana (GVA-THINKINAZUL/2021/019c; principal investigator: E. Sendra, UMH1).
Ana Micaella Solivella Poveda e Isabel Casanova Martínez fueron financiadas por la beca para la contratación de investigadores en formación del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Miguel Hernández en 2025.
Referencia:
I. Casanova-Martínez, E. Hernández-López, A.J. Signes-Pastor, E. Sendra, Á.A. Carbonell-Barrachina, M. Cano-Lamadrid, Abiotic pollutant concentrations in fish: A comparative review of wild-caught and aquaculture sources, Food Control, Volume 174, 2025, 111220, ISSN 0956-7135, https://doi.org/10.1016/j.foodcont.2025.111220
Autores del artículo divulgativo:
Marina Cano Lamadrid, Isabel Casanova Martínez, Ana Micaela Solivella Poveda, Esther Sendra Nadal y Ángel Antonio Carbonell Barrachina
Instituto de Investigación e Innovación Agroalimentario y Agroambiental (CIAGRO-UMH)
Universidad Miguel Hernández de Elche
Fuente: Scientias
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